Hoy, cuando el transporte
ferroviario en Venezuela es todavía un balbuceo incierto, el pasado regresa
para recordarnos aquel anhelo frustrado. En La Fría, un localidad de 37.932
habitantes, el tren cronometraba la cotidianeidad de los residentes hasta
mediados de la década del cincuenta, cuando el Gran Ferrocarril del Táchira, fundado en 1895 , concluyó sus
operaciones. Por allí circulaban
víveres y personas en un itinerario que enlazaba el Sur del Lago de Maracaibo,
el estado Táchira y el norte de Santander en Colombia. Se beneficiaban con esta
ruta los pequeños poblados como El Guayabo, Encontrados y La Fría. En esta última
localidad nació en 1981 Néstor García, cuando ya la promesa del tren se había
disipado. Su contacto con aquella quimera de hierro se reduce entonces a
recuerdos familiares, documentos fotográficos y al sorpresivo (y
estimulante) encuentro con una
locomotora de la extinta compañía ferroviaria en el Museo del Transporte en
Caracas.
En esta, su primera muestra
individual, García se desplaza entre las memorias locales y ciertos eventos
globales que condicionan la vida de millones de personas , ya sea en pequeños
asentamientos o en grandes conglomerados urbanos. Se completa así un ciclo que
informa parte de su trabajo reciente, centrado en la reflexión en torno a las
representaciones del territorio y sus implicaciones simbólicas.
En el conjunto de obras en
exhibición destaca la instalación Gran
Ferrocarril del Táchira (2014) –que también da título a la exposición-
compuestas por tres pinturas realizadas con café, miche y chimó, una fotografía
de 1955, y una video acción; elementos con los cuales propone la reconstrucción
documental y afectiva de un acontecimiento ligado a la historia económica y política
del país.
La serie “La punta del Iceberg” (2012), por el contrario, no se
refiere a un sitio específico o
localizado, sino a la recreación de un
problema que trasciende la geografía local. Son emplazamientos
minúsculos, facsímiles ruinosos del confort urbano, empacados en maletas
desvencijadas, perfilando así una topografía de espacios construidos “sin
lugar”, cual paisaje diatópico y desencantado.
Finalmente, la instalación Termodinámica (2012), compuesta por
nueve planchas eléctricas de uso doméstico, alude al problema energético
global, mediante la reproducción de imágenes de reactores nucleares
accidentados en distintas partes del mundo. Aquí se reconectan dos ámbitos que
se sitúan en escalas diferentes, una afincada en la cotidianeidad y otra sujeta
a la compleja dinámica de los recursos y las tecnologías en el planeta.
En tal sentido, el “tren del
progreso” que se avisora en la exposicón Gran
Ferrocarril del Táchira va dejando a su paso una serie de secuelas
contradictorias, algunas promisorias y otras potencialmente destructivas. A su
manera, García logra articular una
reflexión desde lo artístico, en la cual convergen sus preocupaciones creativas
y los asuntos comunes.
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