viernes, 12 de septiembre de 2014

Néstor García. Gran Ferrocarril del Táchira


Hoy, cuando el transporte ferroviario en Venezuela es todavía un balbuceo incierto, el pasado regresa para recordarnos aquel anhelo frustrado. En La Fría, un localidad de 37.932 habitantes, el tren cronometraba la cotidianeidad de los residentes hasta mediados de la década del cincuenta, cuando el Gran Ferrocarril del Táchira, fundado en 1895 , concluyó sus operaciones.  Por allí circulaban víveres y personas en un itinerario que enlazaba el Sur del Lago de Maracaibo, el estado Táchira y el norte de Santander en Colombia. Se beneficiaban con esta ruta los pequeños poblados como El Guayabo, Encontrados y La Fría. En esta última localidad nació en 1981 Néstor García, cuando ya la promesa del tren se había disipado. Su contacto con aquella quimera de hierro se reduce entonces a recuerdos familiares, documentos fotográficos y al sorpresivo (y estimulante)  encuentro con una locomotora de la extinta compañía ferroviaria en el Museo del Transporte en Caracas.
En esta, su primera muestra individual, García se desplaza entre las memorias locales y ciertos eventos globales que condicionan la vida de millones de personas , ya sea en pequeños asentamientos o en grandes conglomerados urbanos. Se completa así un ciclo que informa parte de su trabajo reciente, centrado en la reflexión en torno a las representaciones del territorio y sus implicaciones simbólicas.
En el conjunto de obras en exhibición destaca la instalación Gran Ferrocarril del Táchira (2014) –que también da título a la exposición- compuestas por tres pinturas realizadas con café, miche y chimó, una fotografía de 1955, y una video acción; elementos con los cuales propone la reconstrucción documental y afectiva de un acontecimiento ligado a la historia económica y política del país.
La serie “La punta del Iceberg  (2012), por el contrario, no se refiere  a un sitio específico o localizado, sino a la recreación de un  problema que trasciende la geografía local. Son emplazamientos minúsculos, facsímiles ruinosos del confort urbano, empacados en maletas desvencijadas, perfilando así una topografía de espacios construidos “sin lugar”, cual paisaje diatópico y desencantado.
Finalmente, la instalación Termodinámica (2012), compuesta por nueve planchas eléctricas de uso doméstico, alude al problema energético global, mediante la reproducción de imágenes de reactores nucleares accidentados en distintas partes del mundo. Aquí se reconectan dos ámbitos que se sitúan en escalas diferentes, una afincada en la cotidianeidad y otra sujeta a la compleja dinámica de los recursos y las tecnologías en el planeta.
En tal sentido, el “tren del progreso” que se avisora en la exposicón Gran Ferrocarril del Táchira va dejando a su paso una serie de secuelas contradictorias, algunas promisorias y otras potencialmente destructivas. A su manera, García logra articular  una reflexión desde lo artístico, en la cual convergen sus preocupaciones creativas y los asuntos comunes. 

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