jueves, 7 de noviembre de 2013

Las armas no matan. Jesús Hernández-Güero


Texto de Gerardo Zavarce y Felix Suazo

En Venezuela, cuando alguien está en lo cierto o sigue la pista correcta, se dice que “por ahí van los tiros”.   Pero cuando de armas se trata, no hay que tomarse las cosas  a la ligera y dejarse de “pistoladas” porque cualquiera puede ser el blanco de un disparo. Según la Encuesta Nacional de Victimización realizada en el 2009 “La proporción de uso de armas de fuego en situaciones de victimización delictiva para los delitos de homicidio, robo y secuestro se eleva a 79,5%, 74% y 79,2%, respectivamente”[1].

Enmarcado en ese panorama, la exposición “Las armas no matan” de Jesús Hernández-Güero (La Habana, 1983), nos coloca ante  un “arsenal” iconográfico, confeccionado a partir de informaciones recabadas en las páginas de sucesos, a propósito de diversos hechos delictivos, perpetrados con armamento de corto y mediano alcance. De allí resulta un inventario de pistolas, revólveres y rifles, cuya imagen impregnada de pólvora se reproduce serigráficamente sobre tela, cual si huebieran sido estampadas “a quema ropa”. En tal sentido, el artista propone una sintaxis cruzada donde el significado se deriva de la yuxtaposición estratégica de la materia y la imagen. 

La frase que da título al proyecto  abre una zona de ambigüedad discursiva, al afirmar algo que desde la óptica del sentido común parece insostenible. Paradójicamente, si nos apegamos de manera estricta al significado de las palabras, las pistolas impresas de Hernández-Güero “no matan”, de la misma manera en que la pipa pintada de Magritte no es una pipa. En su resolución instalatoria la propuesta de Hernández-Güero se desarrolla en un escenario oscilante, a medio camino entre el gabinete de un coleccionista de armas y un campo de tiro. Por un lado, los “hierros” están cuidadosamente dispuestos y jerarquizados en las paredes, siempre apuntando en la misma dirección. Por otro lado, el suelo está cubierto de casquillos vacíos  sobre los cuales debe caminar el espectador.  

Ubicado en ese lugar de intersecciones -sitio de contemplación y de experiencia- el sujeto queda atrapado “entre dos fuegos”, con los ojos puestos en la textura granulada de la pólvora –piel y contorno de las armas- y  sintiendo bajo los zapatos el crujir de las conchas después de la balacera. En este punto, el autor nos coloca ante una de las preguntas cruciales de nuestro tiempo: ¿qué puede hacer el arte frente a la violencia?.
En realidad, el arte no puede detener las balas, ni neutralizar el efecto mortífero de los más de 450 millones de armas que según un informe de la Interpol, hay en el mundo en poder de civiles. Tampoco puede impedir que cada año mueran unas 240.000 personas por esta causa. Lo que el arte sí puede hacer es intentar redireccionar la violencia,  como lo han hecho Chris Burden cuando se hizo disparar en su brazo izquierdo (Shoot, 1971) o Tania Bruguera cuando se colocó un revolver cargado en la sien mientras impartía una conferencia (Autosabotaje, 2009). En el caso de la exposición “Las armas no matan” de Hernández-Güero, el problema de la violencia se aborda de manera multifocal, repartiéndose  entre la pregnancia sensible de la imagen,  el significado de los materiales y la conducta corporal del espectador. El riesgo es compartido, nadie está a salvo, cualquiera puede ser sorprendido como Pedro Navaja por “un Smith & Wesson del Especial”.


[1] Armas de fuego y victimización delictiva en Venezuela. En: Sentido e impacto del uso de armas de fuego en Venezuela. Comisión Presidencial Control de Armas, Municiones y desarme. UNES – Universidad nacional Experimental de la Seguridad. P. 15. http://comisionpresidencialdesarme.gob.ve/descargas/Sentido%20e%20impacto%20del%20uso%20de%20armas%20de%20fuego%20en%20Venezuela.pdf

lunes, 16 de septiembre de 2013

Sobre la muestra "Plomo" de Juan Toro

Texto de Félix Suazo y Gerardo Zavarce


En el arte moderno y contemporáneo -al menos en sus manifestaciones más radicales- la belleza es percibida como una envoltura frívola, tras la cual se esconde una realidad hostil y desencantada. Es cierto: lo bello y lo bueno, la estética y la ética, no siempre son compatibles.  Sin embargo, a veces la belleza nos agarra desprevenidos, como cuando un proyectil a la deriva alcanza a una víctima indefensa.


“Plomo”, muestra fotográfica de Juan Toro (Caracas, 1969), recrea esa simbiosis perversa donde lo  hermoso es sinónimo de horror y muerte.  La exposición está integrada por una serie de 16 fotografías  realizadas entre 2011 y 2012, en las cuales el artista registra restos de balas (esquirlas, casquillos, perdigones). El conjunto plantea la relación entre arte y violencia, creando una suerte de taxonomía forense de aparente neutralidad.

En esta ocasión, Toro adopta una postura metódica y más sosegada. A diferencia de sus trabajos anteriores,  en estas fotografías no hay sangre en el asfalto, ni cadáveres amortajados con sábanas. Tampoco hay cuerpos tiroteados ni deudos impotentes. Lo que hay son metales deformes con ornamentos exóticos que semejan joyas monumentales. A partir de allí, el artista ha construido un inventario visual de la infamia cotidiana, trofeos residuales de la violencia callejera, esa que aun campea al margen de las políticas de desarme instrumentadas oficialmente.

La propuesta de Toro parece rememorar episodios de la escultura antigua y moderna. Son imágenes donde la evidencia criminal asume formas caprichosas -esféricas, irregulares, cilíndricas, cónicas-, emulando el aura rústica de los volúmenes escultóricos. Sin embargo, esos arañazos, deformidades y desprendimientos que aparentan ser parte de un repertorio plástico, son en realidad indicios de un mal que cada vez cobra mayores víctimas.

De cierta manera, cada fragmento de munición recolectado en la escena de un delito no sólo es un “cuerpo extraño” que esparce su potencialidad letal en el tejido social, sino también una materia ajena  -un volumen sustitutivo- que habla de un “cuerpo ausente”. Finalmente, las fotografías de esta exposición nos recuerdan la estrecha reciprocidad que existe entre las nociones de obra y documento en las prácticas visuales contemporáneas: una imagen puede ser evidencia; una evidencia puede ser imagen.

martes, 10 de septiembre de 2013

Sobre el libro "Umbrales de la Museología"

Texto de Gabino Matos
Agosto 2013
Escrito originalmente para la revista Artefacto

La obra Umbrales de la Museología(*), del destacado investigador y curador Félix Suazo, inaugura la sección editorial de El Anexo/Arte Contemporáneo, espacio expositivo alternativo que, con cinco años de actividades, ofrece nuevas miradas sobre el arte actual de Venezuela, a través de exposiciones y reflexiones que rompen esquemas, amplían criterios y retan convencionalismos.

viernes, 21 de junio de 2013

Inaugura "Inanimados" de Marylee Coll

El domingo 23 de junio, a partir de las 11 am, El Anexo / Arte Contemporáneo inaugura la muestra “Inanimados” de Marylee Coll (1957), quien presenta una serie fotográfica centrada en la relación entre la economía informal y la estética doméstica, partiendo del registro de estatuillas ornamentales de porcelana.

Las imágenes de dichas piezas fueron tomadas por la artista en diversos sitios de Caracas, dedicados a la venta de objetos usados o ventas de garage que pertenecieron a personas fallecidas o que se van del país. 

El conjunto propone un relato del abandono y la pérdida en el momento de la diáspora, de la urgencia o de la fatalidad, cuando todo aquello que poseemos (incluyendo las figurillas decorativas), ingresa al mecanismo de las ventas de garaje.


 Atrás quedaron los tiempos en que los venezolanos presumían de sus piezas de porcelana europea, especialmente si eran de Meissen, Lladró o Capodimonte. Ahora esas figuras sólo son criaturas desarraigadas, abandonadas a la caprichosa deriva que imponen el gusto y la necesidad.

Los querubines, damiselas, príncipes, ancianos, bebes y animalitos de porcelana que aparecen en estas fotografías no sólo son “corotos finos”, ungidos por el abolengo de las marcas importadas, sino imágenes de una opulencia venida a menos. Sin embargo, Coll se aproxima a estos objetos como si se tratara de “presencias”, cosas “fuera de lugar” que en algún momento representaron algo para sus dueños pero cuyo sentido se ha vuelto confuso en medio del furor de las ofertas.

Marylee Coll (Caracas, 1957). Realizó estudios en la Escuela de Artes Visuales Cristóbal Rojas (1982-1985), el Students Art League (Nueva York, 1986) y la Accademia di Belli Arti di Brera (Milán, 1987-1988). Entre sus principales exposiciones individuales se encuentran: “Pinturas” (Sala Mendoza, Caracas, 1990), “Hecho a la medida” (Sala Alternativa, Caracas, 1999), y “Plástica” (Galería La cuadra, Caracas, 2009). Igualmente, ha presentado su obra en numerosas muestras colectivas, destacando la II, III, IV y V Bienal Nacional de Arte de Guayana (Museo de Arte Moderno Jesús Soto, Ciudad Bolívar, 1989, 1991, 1994 y 1997), la V Bienal Christian Dior (Centro Cultural Consolidado, Caracas, 1997) y la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo (ULA, Mérida, 2010). Su trabajo ha sido reconocido con Mención de Honor en el Salón Nacional de Arte de Aragua (Maracay, 1991), el II Premio de la II Bienal Nacional del Paisaje Tabacalera Nacional (Maracay, 1998) y el Premio Harinjs Liepins del 58 Salón de Artes Visuales Arturo Michelena (Ateneo de Valencia, 2000)



lunes, 27 de mayo de 2013

Penitenciario de Amada Granado y la fotografía como metaturismo

Erik del Búfalo en su conferencia en El Anexo 
Texto del filósofo Erik del Búfalo a propósito del trabajo de Amada Granado: "Penitenciario"
El ojo demasiado acostumbrando a sus certezas encuentra en la fotografía un arma de doble filo. Por un lado, gracias a ella, puede descubrir lo desconocido en lo muchas veces visto. Por otro, cualquier posible hallazgo puede quedar atrapado en la presencia tranquilizadora del documento, en su pulsión de archivo, en el registro tardío, en su vocación de ruina anticipada. Pero también el ojo entrenado en componer encuadres corre el riesgo de no ver la forma más allá de la imagen, resbalando perpetuamente sobre la patina tecnificada de la hazaña contemplativa. No obstante, más allá de estos peligros, el verdadero escollo de la imagen técnica, en relación a su propio mundo, a sus supuestos referentes, consiste en superar la mirada imaginaria de nuestros prejuicios y nuestras obcecadas percepciones de lo real.

jueves, 25 de abril de 2013

Amada Granado: "Penitenciario"

Imagen Amada Granado

El domingo 28 de abril, a partir de las 11 am, El Anexo / Arte Contemporáneo inaugura la muestra “Penitenciario” de Amada Granado (1977), quien presenta una serie de 17 fotografías tamaño postal. El conjunto propone una aproximación irónica a la situación carcelaria en Venezuela,  tomando como escenario la piscina de un establecimiento penal. En ese marco, la propuesta de Granado se cirscuncribe a lo que ocurre en el espacio destinado a los encuentros entre familiares y reclusos donde no hay violencia ni armas, sino niños chapoteando en el agua.

domingo, 3 de marzo de 2013

Editorial III. Muestra de videos


Nada es definitivo. Las cosas se extinguen con la misma naturalidad que son creadas. De manera que, la existencia transcurre en un duelo permanente pero disimulado. En realidad, la permanencia  no es más que una breve eternidad, una duración que tarde o temprano caduca. Fenecen las galaxias y las estrellas que las regentan, así como también lo hacen todas las manifestaciones de lo viviente. Incluso las prácticas vitales, productivas y simbólicas más arraigadas llegan a su fin, siendo reemplazadas por otras no menos finitas. Por ello, para el sujeto común, la relatividad cuántica no es más que una revelación de la asimetría del tiempo, esa bestia indomable gobernada por una causalidad indeterminada y caprichosa.  Después de lo inevitable, cumplido el ciclo ininteligible de la existencia, sólo queda la nostalgia (de lo que fue) o la esperanza (de lo que vendrá).