jueves, 27 de septiembre de 2012

Ana María Mazzei - El Cerco

“El Cerco”, instalación fotográfica de Ana María Mazzei, se configura a partir
de una serie de registros donde lo geométrico y lo espacial juegan un papel
determinante. En este sentido, el cerco funciona como demarcación de un
vacío. Esa geometría que se constituye en la separación del adentro y el afuera
sin inducir a mayores precisiones plantea una doble interrogación acerca de la
naturaleza de la percepción, pero también sobre la ubicación del sujeto frente a lo
existente. Lo visible (en este caso la cerca) es en realidad un seductor obstáculo
que se interpone entre el sujeto y la negrura que lo abruma e interpela.


En las 20 fotografías que integran la propuesta, el juego entre naturaleza
y geometría - asunto central de su investigación desde que expusiera la
serie “Maderas” en la galería Estudio Actual (Caracas, 1978) – adquiere una
connotación alegórica referida al encierro. Al menos momentáneamente, su
persistente interés en la reflexión ecológica queda sumergido en una atmosfera
siniestra que revela un horizonte ambiguo, gobernado por estructuras y sombras.

Son imágenes en las que se advierte una extraña familiaridad. El espacio se
aplana a pesar de los pronunciados escorzos, como si la distancia entre el
observador y el motivo se hubiera suprimido, de manera que no hay profundidad
sino una superficie rotunda, impenetrable, que bloquea cualquier tentativa de
desplazamiento físico (o visual) más allá de los tablones que se interponen
entre el ojo y el vacío negro que los enmarca. Paisaje mutilado, sin veredas
para recorrer ni árboles para guarnecerse; sólo una secuencia de vistas donde el
territorio se presenta apenas como una premonición fragmentaria.

Mazzei, como gran parte de los representantes de su generación, desafía la
estéril genealogía de los opuestos que en el arte venezolano ha enfrentado
la abstracción al mundo orgánico, el estudio metódico de las formas y la
espontaneidad instintiva. En su caso, esa yuxtaposición de modelos perceptivos,
no sólo se reconcilia con las potencialidades plásticas de lo diverso, sino que
permite una lectura crítica del contexto (tanto artístico como social) desde la
propia micropolítica del signo. Es decir, estas imágenes no se limitan a ser
simples ejercicios visuales, pues son la transposición metafórica de una situación
colectiva que refiere un territorio sitiado y condenado al confinamiento.


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